jena of the day: los ex-amigos
Como diría uno de ellos, "la amistad está sobrevalorada". Eso espero, porque si empiezo a pensar que los amigos son fundamentales y que sin amigos no se puede vivir, etc., etc., estoy apañao.
Porque, desde tiempos inmemoriales, me he dedicado a coleccionar ex-amigos. Amigos que lo fueron y que, en un momento dado, decidieron (por acción u omisión) que vale, que nos llevamos bien, pero que tampoco es para tanto.
El tema es que, según vas avanzando, vas (aunque no quieras) perdiendo amistades. Primero, los del cole. Que vas haciendo cena anual, después cena lustral y después los pierdes de vista totalmente hasta que un día te encuentras al ganador del Trofeo Empanao de tu clase en los años 1984, 85 y 86 y te dice: "Joder, Davismiles, estás igual. Bueno, sin pelo, claro. Y mucho más gordo.". Y, francamente, pues tampoco te dan ganas de darle a reiniciar relación.
Después, los de la facultad. Que mucho "amigos para siempre", pero no nos vemos nunca. Y ni reunión de los 5 años, ni de los 10, ni nada. Con lo que hubiera disfrutado yo mientras los demás me cuentan lo bien que se lo pasan currando en Nokia, investigando en el CSIC o desarrollando baterías para la Nintendo DS Lite en Osaka.
Y luego, los del curro. Entre que te vas cambiando de agencia y que te vas haciendo jefe por exigencias del guión, tu porcentaje de amigos en el lugar de trabajo tiende a 0.
Por eso, cuando me surgió la oportunidad de encontrarme a estas alturas del partido con un grupo de gente con el que comparto afición por las absurdidades, lo jena y lo grato de este universo mundo, amanece que no es poco, robin friday y apostar 2 pavos en miapuesta.com a que el Mallorca le gana al Barça con hat-trick de Pisculichi, pues uno, en su inocencia, creyó que estos amigos sí. Que estos venían para quedarse. Que estos no se iban a convertir en ex-amigos.
Pues, oigan, tampoco. Que si tengo cierre de la revista. Que si me voy a rodar un corto a Wisconsin. Que si el candidato tiene entrevista en la Ser. Que si firmo libros en la Feria de Muestras de Valverde del Camino. Que si estoy escribiendo unos guiones para reposicionar juvenilmente una firma de cosméticos absolutamente rígida. Que si ya me gustaría pasarme, pero este finde necesito ir a Bilbao a cenar en una pizzería.
Así que, nada, otros tres ex-amigos. Y lo que más me jode es que va a tener razón mi señora: "Tú no tienes amigos, tienes acólitos". Y ya se sabe que el acolitismo, como la pasión, tiene fecha de caducidad en cuantito que se acaba el flechazo inicial.
Porque, desde tiempos inmemoriales, me he dedicado a coleccionar ex-amigos. Amigos que lo fueron y que, en un momento dado, decidieron (por acción u omisión) que vale, que nos llevamos bien, pero que tampoco es para tanto.
El tema es que, según vas avanzando, vas (aunque no quieras) perdiendo amistades. Primero, los del cole. Que vas haciendo cena anual, después cena lustral y después los pierdes de vista totalmente hasta que un día te encuentras al ganador del Trofeo Empanao de tu clase en los años 1984, 85 y 86 y te dice: "Joder, Davismiles, estás igual. Bueno, sin pelo, claro. Y mucho más gordo.". Y, francamente, pues tampoco te dan ganas de darle a reiniciar relación.
Después, los de la facultad. Que mucho "amigos para siempre", pero no nos vemos nunca. Y ni reunión de los 5 años, ni de los 10, ni nada. Con lo que hubiera disfrutado yo mientras los demás me cuentan lo bien que se lo pasan currando en Nokia, investigando en el CSIC o desarrollando baterías para la Nintendo DS Lite en Osaka.
Y luego, los del curro. Entre que te vas cambiando de agencia y que te vas haciendo jefe por exigencias del guión, tu porcentaje de amigos en el lugar de trabajo tiende a 0.
Por eso, cuando me surgió la oportunidad de encontrarme a estas alturas del partido con un grupo de gente con el que comparto afición por las absurdidades, lo jena y lo grato de este universo mundo, amanece que no es poco, robin friday y apostar 2 pavos en miapuesta.com a que el Mallorca le gana al Barça con hat-trick de Pisculichi, pues uno, en su inocencia, creyó que estos amigos sí. Que estos venían para quedarse. Que estos no se iban a convertir en ex-amigos.
Pues, oigan, tampoco. Que si tengo cierre de la revista. Que si me voy a rodar un corto a Wisconsin. Que si el candidato tiene entrevista en la Ser. Que si firmo libros en la Feria de Muestras de Valverde del Camino. Que si estoy escribiendo unos guiones para reposicionar juvenilmente una firma de cosméticos absolutamente rígida. Que si ya me gustaría pasarme, pero este finde necesito ir a Bilbao a cenar en una pizzería.
Así que, nada, otros tres ex-amigos. Y lo que más me jode es que va a tener razón mi señora: "Tú no tienes amigos, tienes acólitos". Y ya se sabe que el acolitismo, como la pasión, tiene fecha de caducidad en cuantito que se acaba el flechazo inicial.